8 nov 2014

Wordvember 7.

No hay inspiración. Las musas se han ido y han colgado el cartel de no molestar. Así que aquí me encuentro, con el teclado mirándome con una sonrisa bromista y la pantalla sacándome la lengua a modo de burla.

Las palabras no salen y las letras se enredan, me frustro, me enfado y aporreo las teclas, con la esperanza de que en algún momento venga a mí una idea, un pensamiento. Los minutos pasan y yo sigo igual, muda ante mi lienzo en blanco y cada vez más desesperada porque lo que deseo no llega.

Pongo música, cambio de postura. Sigo sin escribir. Cambio el ruido por silencio y la silla por la cama. Nada, las líneas se tuercen en forma de mueca y yo no sé si reír o llorar.

Apago el ordenador y pruebo a sacar un papel y un bolígrafo, pensando que la esencia de otro tiempo me traerá lo que tanto anhelo. Sin éxito. El folio también se ríe de mí. Lo rompo en pedazos, furiosa con su color.

No hay manera, no hay lugar, la nada rodea mi mente y envuelve mi todo. El principio de la historia de un fracaso.

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