4 may 2012

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Las cortinas se movían con la suave brisa veraniega. Los rayos de Luna dibujaban ondulantes figuras sobre su cuerpo desnudo. Estaba tendida en la cama. Un escalofrío la recorrió de arriba a abajo y la hizo temblar. Se estiró al tiempo que se tapaba con la sábana. Ahora la tenue luz que entraba por al ventana delineaba sus curvas y describía sombras sobre la blanca sábana.

Él entró en la habitación sigilosamente. No quería despertarla. Adoraba contemplar su rostro mientras soñaba. Le encantaba observarla cuando ella no lo percibía y estaba completamente relajada. Podía ver su alma con cada respiración. Podía sentir cada latido de su corazón. Se acercó lentamente a la cama al tiempo que se desvestía y descalzaba. Anhelaba sentir su piel junto a la suya, sus cuerpos unidos. Una noche más. Otra de tantas. Siempre diferente. Nunca igual.

Ella sonrío ante el ligero roce de aquel fuerte brazo en su espalda. Todavía entre sueños, se giró para contemplar aquel maravilloso rostro. El rostro que le quitaba el aliento. Lo acarició despacio, apreciando todos los detalles, la mandíbula, la barba de tres días, la nariz, la frente, las cejas, los pómulos y los labios. Esos labios carnosos que habían cumplido multitud de fantasías. Suspiró. Lo necesitaba. No podía vivir sin él.

Él rozó su pie contra su pierna, ascendiendo lentamente. Observó como ella se mordía un labio y echaba la cabeza hacia atrás. Recorrió con la yema de sus dedos el contorno de su cuerpo, la curva de su rodillas, su muslo, su cadera, su cintura, su pecho, su cuello. Posó un dedo sobre sus labios y sintió el primer beso de la noche. El primero de miles.

Ella se acercó un poco más a él. Atrapó su cuello con una mano mientras recorría su torso con la otra. Era un hombre fuerte, duro, recio. Jugó en su pecho y fue deslizando el juego hacia abajo, al tiempo que él respiraba profundamente. Besó suavemente su cuello, sintiendo su pulso acelerándose por momentos. Todavía se aceleraría más.

Él la abrazó y la rodeó por completo. Empezó a besar su cuello y subió suavemente hasta su boca, para descargar toda la pasión. Un baile de labios y lenguas dejaba escapar algún gemido de vez en cuando. La apretó fuertemente contra él. Quería sentirla por completo. Tocó todo su cuerpo. Lo sintió con las manos y con los labios, con los pies y con la piel. Hombre contra mujer. Cuerpo contra cuerpo.

Ella se dejó llevar, y le dejó entrar. Ahora estaban realmente unidos. Dos en uno. Uno en dos. Las sábanas los rodeaban y envolvían. Ella susurró en su oído, provocando una sonora carcajada. Lo besó, en la frente, en las mejillas, en los labios, en el cuello, en el torso, en el vientre. Lo disfrutó. Se compenetraban a la perfección. Danzaban al unísono. Dos acordes perfectos de una sensual canción.

La noche acababa de comenzar.

1 may 2012


La habitación seguía en penumbra.Todavía tenía el cabello mojado por la lluvia que había estado cayendo durante la noche. La respiración de él denotaba que dormía profundamente. Ella se levantó con cuidado de no despertarlo. Se envolvió en una sábana y se acercó a la ventana. La calle estaba desierta y los candiles de las farolas se habían consumido hacía ya rato. No debía de faltar mucho tiempo para el amanecer. Era hora de que se marchase. Se dirigió a la palangana de agua tibia y se enjuagó la cara. No se atrevió a mirarse al espejo por miedo a lo que pudiese ver. Cogió su vestido y se lo puso, sin detenerse en abrocharse el corsé, no había tiempo para ello. Tomó sus guantes y su capa y se dirigió a la puerta. Echó un vistazo atrás. Suspiró. No pudo evitar volver hacia la cama y posar sus labios sobre los suyos una última vez. Él se estremeció y cambió de postura, sin dejar de dormir. Ella volvió a suspirar.

Hasta siempre, amante de una noche.