16 nov 2014

Wordvember 14.

Hay una sensación agridulce que hace que no estés ni completamente dentro ni completamente fuera de algo. Sientes que formas parte de algo, pero que no perteneces a ello. Estás en el límite, en el abismo, en la línea que separa la indiferencia del cariño.

Y no puedes hacer nada.

Te esfuerzas, lo intentas, te impulsas, pero sigue sin funcionar. Bordeas la frontera, la cruzas para volver hacia atrás, porque te tambaleas en el acantilado sin saber si prefieres caer o no.

Y no estás ni fuera ni dentro.

No eres nadie, pero tampoco eres nada. Eres algo, pero poco. No eres mucho, eres gris, eres la cara que nadie recuerda, el nombre olvidado de la lista.

Y no lo puedes evitar.

14 nov 2014

Wordvember 13.

Hoy no hay poesía, hoy no hay novela.

Hoy hay un café con leche entre amigos. Hoy hay chistes malos y risas descontroladas. Hoy hay fotos robadas y vídeos estúpidos. Hoy hay plátanos mojados en natillas y servilletas de papel. Hoy hay prácticas a horas intempestivas. Hoy hay gente que te echa una mano. Hoy hay fotos de Gandalf. Hoy hay charlas sobre el amor, el sexo y otras drogas. Hoy hay conversaciones de cine. Hoy hay canciones robadas. Hoy hay un viaje en tren acompañada. Hoy hay proposiciones. Hoy hay entregables. Hoy hay saludos y despedidas. Hoy hay pollo empanado. Hoy hay collejas y pataditas. Hoy hay música en el iPod. Hoy hay libro con traqueteo. Hoy hay bufanda y gorro. Hoy hay magdalenas del pueblo. Hoy hay jersey verde.

Hoy hay un día como otro cualquiera, distinto al anterior, diferente del que vendrá con recuerdos que perdurarán y con frases que se olvidarán.

Hoy puede ser principio o final.

Pero hoy ha merecido la pena.

13 nov 2014

Wordvember 12.

Te echo de menos.

Echo de menos las conversaciones sin sentido. Echo de menos las llamadas a deshora. Echo de menos los mensajes inesperados. Echo de menos las risas. Echo de menos los llantos. Echo de menos las discusiones. Echo de menos las reconciliaciones. Echo de menos los cafés eternos. Echo de menos las buenas noches. Echo de menos los buenos días. Echo de menos las tardes de estudio. Echo de menos el poder mirarte a los ojos sin sentirme engañada. Echo de menos la confianza. Echo de menos los días de júbilo. Echo de menos el meterme en tu cama. Echo de menos el darte un abrazo. Echo de menos el llorar en tu hombro. Echo de menos las copas de más. Echo de menos las noches en vela. Echo de menos las películas a oscuras. Echo de menos mi cabeza en tu regazo. Echo de menos tus manos en mi pelo. Echo de menos los secretos. Echo de menos los suspiros. Echo de menos las fiestas. Echo de menos las borracheras. Echo de menos el saber que te tengo. Echo de menos el estar para ti. Echo de menos el verte y sonreír. Echo de menos el entenderte sin hablar. Echo de menos tu voz. Echo de menos tu olor. Echo de menos tus ojos. Echo de menos tus palabras. Echo de menos tu alma.

Te echo de menos.

12 nov 2014

Wordvember 11.

En el lugar más insospechado y en el momento que menos esperas, puede surgir la magia.

El día amaneció gris, plomizo y triste. El flequillo había levantado una barricada para alzarse contra su dueña y el cierre de un colgante decidió romperse justo antes de salir de casa. Al menos el tren salió a tiempo, pero no así el autobús, que decidió cerrarle las puertas en la cara. Y en ese instante en el que se giró para ver como el tubo de escape echaba humo con olor a burla lo vio. O mejor dicho, los vio.

Un par de ojos. Algo normal para cualquier persona, pero no en este caso. Una mirada profunda llena de historias que contar y de canciones que cantar. Azules como el mar y verdes como la hierba. Esos ojos tenían todo lo que alguien podía soñar. Todo lo imaginable en un mundo gris.

Pero los perdió de vista. Caprichoso destino el que los separó, caprichoso también el que los unió de nuevo, cuando parecía que aquella mirada había sido un simple sueño de primavera. Los volvió a ver, con las mejillas sonrojadas y una sonrisa tonta en la cara, pero pudo contemplarlos una vez más antes de que el día terminase. Y eso valió la pena.

Porque la magia está en esos detalles, en esos flechazos de un día que sirven para dormir mejor, para tener algo que contar y con lo que reírse. Porque la vida está hecha de esos pequeños detalles, de esas pequeñas anécdotas. Esas situaciones son las que nos hacen crecer, las que nos hacen madurar, las que nos hacen ser lo que somos. Personas con una historia, con unos sentimientos, con unas inquietudes, con problemas, pero también con soluciones.


11 nov 2014

Wordvember 10.

Llaves que giran en la cerradura. Puerta que se abre para cerrarse después, con un golpe seco. Pasos. Cremallera que baja. Abrigo que cae al suelo. Bolso sobre la silla. Interruptor de la luz. Un zapato se queda en el pasillo, el otro en el salón. Pasos. Nevera que que se abre. Botella de cristal en la encimera. Corcho que sale disparado. Copa alargada. Champagne que cae. Espuma en los labios.

Alguien espera en el sofá. Cruce de piernas. Pasos. Sonrisa en la cara. Guiño de ojo. Chaqueta en el suelo. Botones que se desabrochan. Cremallera que baja. Blusa en la mesa. Falda en los pies. Clic. Un liguero. Clic. Otro. Medias de seda se deslizan por las piernas. Clic. Un tirante. Otro. Manos que esconden. Sujetador en la lámpara. Dedos tímidos que se separan del pecho. Suspiro. Manos en las caderas. Braguitas que bajan despacio. Pasos.

Fundido en negro.

10 nov 2014

Wordvember 9.

El vacío.

La nada.

El todo.

La oscuridad.

La inmensidad.

Una cuchara cruzando atravesando la órbita de Venus.




8 nov 2014

Wordvember 8.

Madrid. 8:00 AM. El inspector de policía Ramírez entra en la habitación y empieza a tomar notas.

La cama está desecha, las blancas sábanas revueltas forman figuras y sombras que hablan de una noche y de mil. De besos, de abrazos, de discusiones, de sueños, de miedo y de sudor. El aire huele a pasión, pero también a terror. Pinceladas de sangre por doquier, las paredes son el lienzo de huellas de manos, de rastros de pies. Ropa tirada por el suelo, un montón de ilusiones que ahora acumula polvo. El invisible tic tac de un reloj que se quedó parado en mitad de la noche hace que falte ruido en la estancia. Hay silencio, demasiado.

Una policía entra acompañado de un médico forense y empieza a tomar muestras y comprobar el estado de diversos objetos.

Los cuerpos, apuñalados repetidas veces, parecen gritar al cielo, clamar desesperados por su salvación, quizás por su redención. La expresión de la mujer habla de perdón, de humillación y de vergüenza. La mirada del hombre pide venganza, valentía y arrogancia. El cuchillo, rojo, plateado y negro, descansa sobre la mesilla de noche, esperando para poder hablar. El cuadro frente a la cama aguarda su turno mientras recapitula sobre todo lo sucedido en la última noche.

Dos personas más entran con fundas de plástico para retirar los cadáveres. El inspector Ramírez sigue tomando notas.

El armario está abierto, mostrando tímidamente su interior a todo el que se atreva a acercarse. Los cajones abiertos, las perchas caídas, ni rastro de aquel broche que él le regalo en su tercer aniversario ni del reloj que ella compró en su viaje a Suiza. Sólo un pequeño cuaderno de tapas negras insiste en ser leído. Un diario. De ella. 

El forense termina de recoger sus cosas y se va, no sin antes dirigir una mirada al inspector, que sigue escribiendo en su cuaderno.

Palabras de amor, de frustración, de alegría y de tristeza. Los secretos del alma escritos con boli Bic y letra pequeña y redonda, casi infantil. Las páginas están manchadas, algunas con lágrimas, otras con café, pero la mayoría tienen restos de sangre, quizás de su dueña. La última hoja habla de esperanza, de un deseo, de nervios. Hay un bebé en camino. Él no lo sabe. Ni nunca lo sabrá.

El inspector Ramírez deja de escribir y cierra su libreta antes de guardarla en un bolsillo de su gabardina.

Wordvember 7.

No hay inspiración. Las musas se han ido y han colgado el cartel de no molestar. Así que aquí me encuentro, con el teclado mirándome con una sonrisa bromista y la pantalla sacándome la lengua a modo de burla.

Las palabras no salen y las letras se enredan, me frustro, me enfado y aporreo las teclas, con la esperanza de que en algún momento venga a mí una idea, un pensamiento. Los minutos pasan y yo sigo igual, muda ante mi lienzo en blanco y cada vez más desesperada porque lo que deseo no llega.

Pongo música, cambio de postura. Sigo sin escribir. Cambio el ruido por silencio y la silla por la cama. Nada, las líneas se tuercen en forma de mueca y yo no sé si reír o llorar.

Apago el ordenador y pruebo a sacar un papel y un bolígrafo, pensando que la esencia de otro tiempo me traerá lo que tanto anhelo. Sin éxito. El folio también se ríe de mí. Lo rompo en pedazos, furiosa con su color.

No hay manera, no hay lugar, la nada rodea mi mente y envuelve mi todo. El principio de la historia de un fracaso.

7 nov 2014

Wordvember 6.

Comenzó a dar vueltas como una peonza, haciendo que la falda de su vestido girase con ella y captase toda la luz de la habitación. Estaba preciosa, con el rubor justo en las mejillas, el tono perfecto en los labios, el aroma necesario detrás de las orejas y en las muñecas. Todo estaba en su sitio, desde el mechón suelto a propósito hasta la pulsera que adornaba su muñeca. El colgante que pendía de su cuello hacía juego con los pendientes que se mecían suavemente a ambos lados de su cabeza. El color de la tela hacía juego con el de sus ojos y hacía que un aura de perfección la rodease.

Aquella sería su noche, su momento, su recompensa. Iba a triunfar, iba a pisar el suelo con paso firme sobre sus preciosos zapatos de tacón. Todos se girarían al verla pasar, nadie podría resistirse. Estaba segura, confiaba en sí misma y no necesitaba más.

La música del lugar hizo que respirase hondo y echase los hombros atrás mientras estiraba la espalda y alzaba la barbilla. Había llegado su hora.

...


La sangre había teñido su vestido, arrebatándole toda belleza. Su piel se había quedado blanca y el maquillaje parecía una máscara grotesca. Las joyas ya no parecían adornos, su postura era extraña y no parecía natural. 

Su expresión, por el contrario, era la definición perfecta de maravilla. Un cuadro hecho carne, un cadáver de ensueño.

Los cortes en sus muñecas eran limpios, los había hecho con cuidado y exquisitez, pensando en el efecto que quería causar, en la imagen de su cuerpo en la bañera.

Porque la muerte es un arte y para morir con elegancia no sirve cualquiera.

Wordvember 5.

Érase una vez.

Éranse dos veces.

Y a la tercera fue la vencida.

5 nov 2014

Wordvember 4.

Había una vez una niña adorable que a todos caía bien. La niña era preciosa, dulce, atenta, cariñosa, el tipo de persona que gusta a todos. Una niña que encandilaba con la mirada, que conseguía todo lo que quería, que siempre era el centro de atención.

La niña era feliz, o al menos eso le parecía a todo el mundo. Su sonrisa iluminaba el mundo, la hacía resplandecer en cualquier situación, por oscura que fuese. Todos buscaban estar cerca de ella, todos querían que una parte de su luz los alcanzase, creyendo que así podrían brillar por su cuenta.

Pero demasiado fuego puede quemar, al igual que demasiada luz puede cegar.

Dentro de la niña, de esa muñeca perfecta que tanto gustaba a todo el mundo, había ponzoña, veneno que la destrozaba, una oscuridad que la iba atrapando. Y al tiempo que la atrapaba, atrapaba a los que estaban cerca de ella, se extendía con rapidez, sin que nadie pudiera evitarlo.

Es por todos sabido que la única forma de acabar con males así, es arrancarlos de raíz.

Un ángel salvador o un diablo pecador, nunca se supo. Alguien terminó con la vida de la niña, se llevó su alma y le dio el descanso que tanto merecía, ese que todos merecen pero que pocos alcanzan. La niña desapareció y con ella los problemas, las envidias, los secretos... Todo lo que su aura ocultaba y que no se podía ver.

Dicen que mala hierba nunca muere...

4 nov 2014

Wordvember 3.

Estás frente a mí, desnuda, imponente y divina. Pero a la vez tímida e inocente. Me acerco despacio, con el mismo temor que veo en tus ojos. Mis manos tiemblan y mis piernas amenazan con no ser capaces de sostenerme. Recorro tu rostro con un dedo ligero y una sonrisa tonta. Me río y agacho la mirada, buscando un escondite que no existe. Suficiente.

Tu cuello es ahora mi refugio y tu respiración se convierte en la banda sonora perfecta. Tus manos bailan sobre mi cuerpo y mis labios danzan sobre tu piel. Un poco más deprisa.

La cama nos recibe, sencilla y cómoda. Las sábanas se enroscan a tu alrededor como serpientes de lujuria. Me convierto en una gata y ronroneo mientras te siento. Descubro rincones mientras tú exploras a tu ritmo. Poco a poco.

Tomas el control. Me dejo llevar. Ya no hay nervios, sólo tú y yo. Tus pechos me tientan. Tu vientre me llama. Tu boca me hipnotiza. Demasiado.

Ya no hay marcha atrás. El punto de no retorno. No hay frenos. No hay límites. Sólo tú y yo. Nuestros cuerpos. Nuestras almas. Me deseas. Te necesito. Siempre.

Dame más. Así. Sin más. Ahí. Sí. No pares. Vocales desordenadas. Tu melena en mi espalda. Mi respiración entrecortada. No te separes. Te mueves. Me retuerzo. Gritas. Te beso. Finalmente.

Abro los ojos. Mi diosa no está.

2 nov 2014

Wordvember 2.

Seda negra. Muñecas atadas. El roce de un pañuelo. El vuelo de una pluma. Un pecho al descubierto. El camisón en el suelo. La inocencia en el techo. Un beso en el cuello. Un mordisco en el hombro. Pelos de barba. Una carcajada. Un temblor. Una mano desnuda. Música lenta. Garganta profunda. La huida de la razón. Latidos de corazón. Espalda silenciosa. Sudor. Pezones de diosa. Dedos de pecador. El camino de la lujuria. Caída en el ombligo. Escalada al Monte de Venus. Cataratas de emociones. Gemidos neuronales. Gritos en silencio. La cama que suena. Los muelles se quejan. El ladrido de un perro. La Luna se cuela. La puerta se abre. Una tormenta. Rayos de piernas. Truenos de brazos. Ojos que no ven. Soga que aprieta. Un tirón. Descontrol. Fuerza bruta. Uñas de gata. Contorsiones. Devociones. Un juego de niños. Adultos a ciegas. Un orgasmo.

Y al final, la muerte.


1 nov 2014

Wordvember 1.

Cuando no quedan lágrimas que derramar, cuando no queda nada por lo que llorar, cuando ya todo da igual.

Es entonces cuando te das cuenta de que algo ha cambiado y de que volver hacia atrás es imposible, que sólo puedes avanzar sin volver la mirada, esperar a que la tormenta pase y no aferrarte a falsas esperanzas.

Y así, poco a poco, te alejarás, te olvidarás y dejarás de sentir, de sufrir, nada te importará y todo seguirá dando igual.