2 oct 2012

Algas.

Allí estaba. Una noche más. El agua del lago no se movía, parecía que la estuviese esperando. Lentamente se quitó la capa que la cubría, desabrochó el vestido y lo dejó caer a sus pies. Se encaminó despacio hacia el agua sintiendo el frío de cada gota que se le pegaba al cuerpo. Empezó a nadar con tranquilidad hacia el centro del lago, donde la luna se reflejaba redonda y blanca. Se dejó llevar y se quedó flotando con los ojos cerrados. 

Estaba respirando profundamente cuando un alga rozó su pubis. Se estremeció brevemente y sin pensar dirigió su mano al lugar que el alga había tocado. Un escalofrío la recorrió entonces. Se mordió un labio y no puedo evitar que su mano acariciase su intimidad, despacio, sin prisas. 

Sensaciones nuevas comenzaron a embrigarla, calor y frío a la vez. Ganas de gritar y de guardar silencio. Leves sacudidas recorrían su cuerpo. Suaves gemidos brotaban de su boca. Sus ojos bailaban sin parar a pesar de estar cerrados. Se notaba ansiosa y a la vez tímida. Nada que no fuera ella importaba. 

De repente, sin previo aviso, llegó. Un torrente de placer desde la punta de sus pies hasta su cabeza. Era algo completamente desconocido para ella. Algo que le asustó y gustó al mismo tiempo. Se dejó llevar por la ola de placer y espiró todo el aire que había contenido.

Nunca volvió a aquel lago.