19 mar 2012

Instintos

Lo empujó con fuerza sobre la cama. El dosel se tambaleó cuando su espalda impactó contra el colchón. 

Él sacudió la cabeza incrédulo. 
Ella sonrío pícara desde el alféizar al tiempo que dejaba caer su vestido. 
Él la miró embelesado. 
Ella se acercó lentamente hacia el lecho, contoneándose al ritmo de la inexistente música. 
Él se incorporó. 
Ella se mordió un labio, tiñendo de carmesí su blanca y brillante dentadura. 
Él la agarró con firmeza y la atrajo hacia sí. 
Ella dejo escapar una pequeña carcajada. 
Él deshizo con avidez los lazos de su corsé.
Ella dejó caer su rizada melena oscura desatando la trenza que la atrapaba.
Él recorrió su pálido cuerpo con las manos.
Ella se dejó hacer.
Él se dejó llevar.
Ella lo invitó a tumbarse.
Él accedió hipnotizado.
Ella lo observó detenidamente, posando la mirada en su cuello.
Él gruñó de placer.
Ella posó sus labios en su cuello. 
Él gimió.
Ella clavó sus uñas en su espalda.
Él gritó.
Ella disfrutó.

La sangre todavía asomaba por la comisura de sus labios, así que se relamió con gusto antes de clavar la cabeza de aquel joven en esa lanza.

De nuevo, otra vez.

Corría, corría y corría. Escapando de aquel destino que la perseguía desde hacía algún tiempo. El viento silbaba en sus oídos. La lluvia resbalaba por su cuerpo. No podía parar. Tenía que seguir, continuar hasta dejar atrás aquel dolor.

Tropezó. Una dura piedra en el camino la hizo caer. Una piedra que la distrajo, que la hizo imaginar y soñar. Una piedra que terminó por golpearla en lo más profundo de su corazón. Una piedra que la decepcionó y la desilusionó.

Se levantó. Se limpió el barro de la cara y prosiguió con su camino. Su huida de la desesperanza y su búsqueda de la felicidad. Retomaba la lucha por aquello que anhelaba con todas sus fuerzas. El amor.

Y volvió a correr. A buscar. A esquivar obstáculos y evitar peligros. Hasta que vio aquella flor. Aquella rosa brillante de ese oscuro jardín que la tenía atrapada. La rosa la atraía con fuerza, con mucha fuerza, demasiada. Ella se dejó llevar y no pudo contenerse. Acercó la mano para coger la rosa y las espinas se hundieron en su piel, y en su alma. Se desangraba de nuevo. Caía. Desfallecía. Se desvanecía.

¿Podría volver a levantarse? ¿Se recuperaría? ¿Recobraría la ilusión? ¿Volvería a tener esperanza?

Por el momento se escondería de todo. Se ocultaría en lo más profundo de su ser. Se encerraría en sí misma y levantaría de nuevo aquella gruesa armadura.

13 mar 2012

La triste y dura realidad.

Eres genial.
Eres adorable.
Eres fantástica.
Eres cariñosa.
Eres dulce.
Eres divertida.
Eres inteligente.
Eres comprensiva.
Eres atenta.
Eres romántica.
Eres sensata.
Eres sentimental.
Eres buena.
Eres maravillosa.

Te quiero, pero prefiero romperte el corazón besando a otra.

6 mar 2012

Platónico.

Duele.

Quema.

Escuece.

Tan cerca y tan lejos.

En silencio, en secreto, en la distancia, en el ayer, en el mañana, en lo bueno, en lo malo, en lo triste, en lo cercano, en lo cotidiano, en el recuerdo, en el futuro, en el olvido. Siempre y nunca.

Desde la penumbra, desde la sombra. Sin decir nada, sin respirar. Con miedo, con emoción. Desde lo prohibido, desde lo oculto.

Quererte y no sentirte. Amarte y no tocarte.

5 mar 2012

Allí estaba el vestido. Perfectamente planchado y almidonado. Los zapatos de tacón descansaban junto a él. El bolso pertinente reposaba en la mesa. Los pendientes y la pulsera estaban en la mesilla de noche. Todo su cofre de maquillaje estaba preparado y su pelo elegantemente recogido.

Pero a pesar de todos los preparativos, de la ropa interior nueva, de las medias con liguero que tan cuidadosamente se había puesto, del perfume que estrenaba y de las sesiones en el centro de belleza no se veía con fuerzas.

Se tumbó en la cama y encendió su equipo de música. Las notas comenzaron a inundar la casa al tiempo que ella cerraba los ojos y recordaba. Recordaba todos los momentos junto a él, las risas, los abrazos, las confidencias, los juegos, el cariño, las fiestas...

Siempre habían estado unidos, pero desde hacía algún tiempo una persona se había interpuesto entre ellos. Bien era cierto que gracias a esa aparición a él se le veía mucho más feliz, más ella notaba que era una felicidad vana, caduca, sin consistencia ninguna. Aunque estaba muy preocupada por él no había sido capaz de decirle nada y sólo había podido ver como día tras día se alejaban el uno del otro.

Hasta que llegó la invitación. El rectángulo beige de cartulina estaba clavado en su corcho con una chincheta roja. Ella nunca pensó que fuese a estar invitada al evento en cuestión, así que dos meses  atrás se había armado de valor y en una tarde había fundido su tarjeta de crédito para poder estar presentable aquel día. Y ahora no era capaz de vestirse y llamar a un taxi.

Abrió los ojos, tomó aire en una profunda inspiración y se incorporó. No tenía más que media hora para conseguir un aspecto digno sin llegar tarde a la ceremonia.

La media hora se alargó hasta ser una y el tráfico hizo lo propio con el taxi. Llegaba tarde, muy tarde. Sabía que todo el mundo estaría sentado, observando a la feliz pareja. Llegó a la iglesia, se bajó del coche, dio unos pasos, se quitó los tacones, se levantó el vestido y corrió hacia la entrada. Se volvió a calzar, se atusó un poco y abrió las puertas con un sonoro ruido. Todo el mundo se giró para observarla, todos, incluso él. Carraspeó un poco, y con la voz que le había faltado durante los últimos meses dijo:

-Lo siento, pero no puedo permitir que la persona a la que amo se case con la mayor zorra que jamás he conocido.

2 mar 2012

Sutiles diferencias

Una gota de sudor que nace en la nuca y muere en el final de la espalda. 

Unas manos pegajosas. 

Unas piernas temblorosas.

Un corazón desbocado.

Una respiración entrecortada.

Un mechón de pelo que se escapa al vuelo.

Un cosquilleo en el estómago.

Un jadeo.

Unas pupilas que se dilatan.

Una nariz que inspira profundamente.

Un dedo que recorre tu cuello.

Una piel que se pone de gallina.

Unos labios que se encuentran.

Unos brazos que se buscan.

Unas personas que se pierden.

¿Lujuria o cariño?

¿Lascivia o afecto?

¿Amor o deseo?