16 dic 2011

Había, quería, sentía.

Se sentó bajo una mimosa y cerró los ojos un instante. Respiró profundamente, relajando su cuerpo y concentrando su energía en recordar.

Miró al frente y un torrente de imágenes se deslizó por su mente. Había recuerdos alegres, y otros no tanto, pero recuerdos, al fin y al cabo. Pasaron por delante de ella como una tormenta, con momentos preciosos, instantes dulces, pero en ninguno pudo apreciar amor.
Había querido, se había enternecido, se había encaprichado, había sentido cariño, se había entregado de distintas formas y a diferentes niveles, pero no había amado.

Una lágrima se resbaló por su mejilla al tiempo que el aire agitaba su pelo y hacía ondear las suaves ramas de la mimosa. Sacó un pañuelo y se limpió la cara. Inspiró profundamente y echó la cabeza hacia atrás. Al contemplar el verde baile de las hojas pensó en el futuro.

Quería amar, estaba dispuesta a darlo todo por alguien. Sabía que podía hacerlo y que era capaz. Sólo necesitaba encontrar a esa persona que removiese sus entrañas con un simple pestañeo.

Quizás ya la había encontrado. Su presente estaba formado por una gran cantidad de personas, pero había una en especial que destacaba sobre el resto. Captaba su atención de forma constante y no podía evitar sentir una atracción inexplicable hacia él. Pensaba a todas horas en él. Se ilusionaba al oírle teorizar sobre las relaciones y el romanticismo y se entristecía cuando halagaba a otras.

Sentía muchas cosas por él, pero, ¿se había enamorado?



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