31 ene 2012

Historia de un corsé.

Ahí estaba, su precioso corsé con cintas de seda. Lo tomó entre sus manos y acarició la superficie que tan ricamente había sido bordada con hilo de plata. Aquella prenda azul noche había sido un regalo de su madre al cumplir los dieciocho.

Esa prenda había asistido a bailes, presentaciones en sociedad, galas de ópera, conciertos... Había sido ajustado muchas veces, y desatado otras tantas. Las manos ajadas por el trabajo diario que con mimo anudaban cada una de las cintas mucho se diferenciaban de los hambrientos dedos apasionados que con vehemencia tiraban de los lazos para dejar al descubierto su cuerpo.

A ojos de la alta sociedad, ninguna joven podía tener un encuentro a solas con un hombre a no ser que hubiese una carabina de por medio, pero ella sabía como deshacerse de acompañantes no deseados para poder encontrar algo de intimidad.

El tocador de señoras del gran teatro de la ciudad había sido testigo de momentos más apasionados que cualquier aria interpretada en el escenario. Las cuadras habían resultado ser un buen escondite para jóvenes parejas deseosas de entregarse a la pasión. Incluso en su propia habitación había recibido a algunos de sus amantes.

Ningún miembro de su familia imaginaba que ella, la hija mayor y responsable de una de las más nobles casas conocía de sobra las alcobas de la alta sociedad. Nadie podía pensar que aquel precioso corsé había hecho perder el control de las frías mentes de todos los jóvenes que posaban su mirada en él y el cuerpo que lo llenaba con una excitante voluptuosidad.

Estaba en deuda con aquel corsé, le debía todo su poder. Pues conocer todos los secretos de la aristocracia no es poco.



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