Abrió los ojos. La suave luz del amanecer entraba por la ventana y la primera brisa matinal movía las cortinas. Se movió ligeramente en la cama y descubrió que el otro lado estaba vacío.
-Otra vez no...- Dijo con voz ronca.
Se levantó y se lavó la cara. En la chimenea todavía quedaban restos de madera chamuscada que humeaba. Recuperó sus calzas y su jubón y se los puso rápidamente. Salió de la estancia. Saludó al guardia que cuidaba el pasillo y subió a la torre saltando los escalones de dos en dos. Se asomó y entrecerró los ojos para ver mejor.
Vio una figura a lomos de un caballo negro con su también negra melena al viento.
-¡Alteza!- Gritó con toda la potencia que pudo.
Ella frenó su montura y se giró. Él contuvo el aliento al ver su rostro resplandeciente.
-Habéis olvidado vuestro corsé.-
Cuando algo acaba bien es que algo tiene.
ResponderEliminarY a mí personalmente me has arrancado una sonrisa con este sencillo escrito. Y no me duele en prendas admitir también que aprendí lo que es un "jubón". Muy bien.