1 may 2012


La habitación seguía en penumbra.Todavía tenía el cabello mojado por la lluvia que había estado cayendo durante la noche. La respiración de él denotaba que dormía profundamente. Ella se levantó con cuidado de no despertarlo. Se envolvió en una sábana y se acercó a la ventana. La calle estaba desierta y los candiles de las farolas se habían consumido hacía ya rato. No debía de faltar mucho tiempo para el amanecer. Era hora de que se marchase. Se dirigió a la palangana de agua tibia y se enjuagó la cara. No se atrevió a mirarse al espejo por miedo a lo que pudiese ver. Cogió su vestido y se lo puso, sin detenerse en abrocharse el corsé, no había tiempo para ello. Tomó sus guantes y su capa y se dirigió a la puerta. Echó un vistazo atrás. Suspiró. No pudo evitar volver hacia la cama y posar sus labios sobre los suyos una última vez. Él se estremeció y cambió de postura, sin dejar de dormir. Ella volvió a suspirar.

Hasta siempre, amante de una noche.

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